jueves, 3 de abril de 2008

EL PARADIGMA DE LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN: ¿Utopía o Apocalipsis de la sociedad Postindustrial?

Por Hugo Antonio Yuen Cárdenas

En 1714, dos años antes de morir, el filósofo y lógico alemán Godofredo Guillermo Leibniz publicó su obra Monadología[2], en la que sistematiza su pensamiento filosófico idealista partiendo del concepto de Mónada. Según Leibniz, el universo está compuesto de almas, o mónadas, “sustancias simples”, “verdaderos átomos de la Naturaleza” que, al ser ideales, carecen de sentidos, por lo que “no pueden recibir influencia exterior ni pueden actuar sobre ninguna otra mónada”. Son, en palabras del propio Leibniz, cuartos “sin puertas ni ventanas”. La comunicación entre estas mónadas, que genera una red que imbrica el universo, está dada por el pensamiento y Dios, pero no por los sentidos, los cuales no existen en verdad. Este elegante, sutil modelo filosófico del universo, formulado hace casi 300 años, es la metáfora más actual y exacta de la internet que hoy marca con su impronta tecnológica nuestras costumbres, hábitos cotidianos, y genera en nosotros un nuevo modo de pensar, sentir y de vivir en sociedad.

El “Arequipazo” de junio de 2002: Un caso como referencia[3]

Hace apenas 4 años, en junio de 2002, el pueblo de Arequipa se movilizó, paralizando la actividad productiva del sur del Perú, exigiendo la no privatización a capitales internacionales de las acciones de Egasa y Egesur, dos empresas de energía eléctrica estatal creadas y consolidadas con aportes de los propios pobladores. Lo que en un principio se constituyó en un movimiento social de protesta contra un problema puntual relativo al tipo de gestión y propiedad de una empresa energética, se transformó, luego, en una verdadera gesta contra la globalización surgida en una ciudad latinoamericana de un millón de habitantes enclavada en las áridas y escabrosas laderas de los Andes peruanos. Rebasando los controles de la dirigencia de este movimiento de protesta, miles de personas tomaron las calles de la ciudad y, sistemática, paradójicamente, dieron rienda suelta a su indignación, a la hybris contenida como consecuencia de la exclusión que genera la globalización, contra los emblemas del capitalismo occidental, la modernidad y la sociedad global: saquearon cajeros automáticos de las agencias de bancos internacionales que en los últimos años habían comprado a la banca regional y nacional; arrancaron de cuajo los teléfonos públicos de Telefónica del Perú (subsidiaria de la matriz española), que, si bien había ingresado al mercado nacional con bombos y platillos prometiendo la inserción de las provincias en el mundo globalizado de la comunicación en tiempo real, había demostrado su insensibilidad con respecto a las características culturales de la población y su prepotencia con respecto a la imposición de condiciones unilaterales en los contratos de servicios; la población también saqueó el aeropuerto internacional de la ciudad, destrozando sofisticados equipos de monitoreo y señalización para el vuelo nocturno de las naves comerciales que partían y arribaban a la ciudad.

Lo que pudo ser un simple hecho de violencia más en la convulsionada historia del sur del Perú, atrajo, por estos y otros detalles, el interés de la prensa internacional y diversos medios de comunicación europeos llegaron a Arequipa a cubrir los sucesos. La consecuencia inmediata fue que todo el sistema de privatización de las empresas estatales que se estaba aplicando en América Latina fue suspendido. Ningún país de la región volvió a hablar de privatización en los mismos términos en los que venía haciéndolo (es decir, en términos de venta de la propiedad de las empresas), y sólo meses después se retomó el asunto pero utilizando la figura de la concesión, mas ya no la figura de la compraventa.

Un año después, Juan Manuel Guillén Benavides, el doctor en filosofía y alcalde de Arequipa, fue invitado por la Universidad de Harvard para, en el contexto de un debate académico sobre globalización y exclusión, discutir el caso de la “Gesta de junio de 2002 en Arequipa”.

La existencia de mercados globalizados, el ingreso de capitales internacionales en las economías nacionales, la hipercompetencia en el marketing contemporáneo, el establecimiento de estándares internacionales de medición y control de la calidad de los procesos y productos, el desarrollo tecnológico de los multimedia, la internet y el ciberespacio, que han permitido que Marshall Mc Luhan introduzca el concepto de aldea global[4], constituyen elementos que, a la luz de los incidentes presentados líneas arriba, hacen que nos preguntemos si es válido prever un futuro apocalíptico para la sociedad postindustrial (en el supuesto de que estemos ya en la sociedad postindustrial), que degrada y deshumaniza al ser humano, o, por el contrario, si dichos acontecimientos no son sino resultado de una lectura errada de la realidad y el devenir histórico que, gracias a la consolidación de esta aldea global, se configura como el paradigma de una nueva utopía anclada en el hálito bienhechor de la tecnología aplicada a las comunicaciones de la sociedad.

Apocalípticos e integrados: Teorías de la sociedad de la información

Umberto Eco divide en Apocalípticos e Integrados a quienes, o bien no ven con buenos ojos los nuevos medios de comunicación que brinda la tecnología, por considerar que refuerzan los aspectos opresores, deshumanizante y excluyentes del capitalismo, o bien los exaltan al extremo de considerar que configuran el eje principal alrededor del cual gira una nueva y superior estructura social, respectivamente.

Apocalípticos, o críticos

Si bien dentro del enfoque de los “Apocalípticos” prima un criterio de análisis económico y político que da pie para constatar mediante copiosos datos el carácter unidireccional del flujo de la información (de los países desarrollados hacia los países subdesarrollados y desde los grandes centros de poder urbano hacia la periferie política), contra lo cual se oponen pensadores de la talla de Jürgen Habermas, para quien la Racionalidad y la Teoría de la Argumentación, sobre la que descansa la racionalización social, radica en el conocimiento mutuo del otro; es decir, en la comunicación entre pares, entre individuos diferentes pero iguales, lo que supone una aproximación sucesiva mutua y una comunicación bidireccional, de ida y vuelta, pero no unidereccional, como se da en la sociedad contemporánea.[5]

Una posición crítica como la de Habermas no sólo explica las condiciones que hacen inviable la comunicación en la sociedad contemporánea, sino que, además, formula un modelo de razonamiento práctico sobre el cual establece bases equitativas para la comunicación humana y social que permitan el conocimiento del otro, cargado de historia y cultura propias y singulares pero pasibles de ser conocidas y comprendidas, lo cual constituye la piedra de toque fundamental para la coexistencia pacífica entre sociedades e individuos y se configura en el eje de la sociedad democrática que él postula.

En ese contexto, la configuración de la Sociedad de la Información tal como la conocemos en la actualidad, marcada por mecanismos irracionales movidos por el marketing, las expectativas de negocio y los usos del mercado (en suma, por manifestaciones del capitalismo cultural), desnaturalizan la comunicación, deshumanizando al individuo y, por ende, a la sociedad.

Cobra, en esa línea de análisis, total sentido de ruptura la Gesta de Junio, como una manifestación de la inviabilidad social de esta nueva sociedad de la Información.

En resumidas cuentas, para Habermas y los críticos de la Sociedad de la Información, la nueva red y los hilos directrices de esta “nueva sociedad” no tocan los nervios primarios y básicos de la racionalidad (consustancial al humanismo) que podrían reformular la acción práctica del humán[6]. Por ello, al ser gobernados por las leyes del consumismo y el mercado, la irracionalidad de la Sociedad de la Información no sólo continúa, sino que, además, se incrementa exponencialmente.

Integrados

Sin embargo, obviando las críticas expuestas en los párrafos precedentes, queremos retomar la referencia al símil expuesto a través del modelo conceptual de Leibniz, que pone en evidencia la arquitectura original de la nueva Sociedad de la Información y las implicancias que ello contiene.

En 1962, Marshall Mc Luhan publica La galaxia de Gutenberg[7], obra en la que anuncia la desaparición del libro y la escritura, columnas fundamentales sobre los que durante siglos ha descansado la cultura.

En su obra, Mc Luhan pone en evidencia cómo la escritura (primero manuscrita y luego tipográfica) configuraron la cultura del ser humán. De la misma manera, concluye Mc Luhan, la tecnología electrónica constituye una prótesis para nuestros sentidos que configuran la base de una nueva forma de entender, sentir y actual en sociedad como seres humanes.

En la misma línea de pensamiento se encuentran pensadores de la talla de Walter J. Ong[8], Julian Jaynes[9] o Jack Goody[10].

Todos estos autores ponen de manifiesto no sólo cómo la escritura modificó la estructura de la organización de la sociedad[11] a lo largo del tiempo, sino, además, y de modo más sugestivo y sorprendente, cómo la escritura modificó la forma como funcionaba nuestro cerebro y, por consiguiente, cómo operó como una suerte de herramienta/prótesis que reformuló nuestra relación con la realidad, haciendo que pensáramos diferente, sintiéramos diferente, actuáramos diferente y, por consiguiente, actuáramos diferente. En suma, cómo esta herramienta conceptual, la escritura, modificó, de alguna manera, nuestra esencia humán.

En el caso de Julian Jaynes, el autor explica como unos de los probables elementos (si bien no los únicos) del surgimiento de la conciencia en el ser humán en la antigüedad (entre los siglos XI y XII AC), al debilitamiento de lo auditivo por el advenimiento de la escritura y a la facultad de narratizar de los relatos épicos, también consecuencia posterior del surgimiento de la escritura.[12]

Walter Ong expone, a su vez, otras características del pensamiento y la expresión de condición oral, indicando que en una cultura oral primaria el pensamiento y la expresión tienden a ser de las siguientes clases: acumulativas antes que subordinadas; acumulativas antes que analíticas; redundantes, conservadoras y tradicionalistas, homeostáticas, situacionales antes que abstractas, etc.

En ese contexto, las posiciones Integradas ven en la nueva Sociedad de la Información la constitución de una nueva organización configurada sobre la base de una poderosísima herramienta, lo electrónico, que no sólo permitirá configurar una forma más eficiente de articular lo complejo, sino que, fundamentalmente, permitirá liberar al ser humano de procedimientos lastrantes que inhiben o anclan su creatividad, liberando las potencialidades del ser humán en su función creadora.

Colofón

Así vistas las cosas, podemos apreciar que la Sociedad de la Información, como las dos caras de Jano, muestra virtualidades tanto apocalípticas como utópicas. Corresponde a los Estados configurar políticas que permitan regular este nuevo entramado social sobre el que se teje la vida de la humanidad, a fin de establecer medidas reguladores y promocionales que permitan constituir la base de una verdadera herramienta de desarrollo democrático que incluya antes que excluya y que integre antes que divida.

Terminamos como comenzamos, retomando a Leibniz, quien, además, fue el precursor de la Teoría de los Mundos Posibles. El filósofo alemán, al referirse a las implicancias generadoras de todo acto o suceso, solía decir que el presente esta plagado de porvenir. Así también, podemos decir que la sociedad de la Información está preñada de virtualidades, tanto apocalípticas como utópicas. Corresponde a la articulación coherente de los actos del presente configurar el mundo posible que deseamos para mañana.

[1] Primer trabajo del Módulo 1 de la Maestría de Dirección estratégica y Gestión de la Innovación del Instituto de Estudios de Posgrado. Noviembre de 2006.
[2] LEIBNIZ, G.W., Monadología. Discurso de metafísica. Profesión de fe del filósofo. Ediciones Orbis S.A. Buenos Aires, 1983.
[3] SARAYA LÓPEZ, Luis. La gesta de junio: Testimonio de lucha. Universidad Nacional de San Agustín, Arequipa, 2006.
[4] MC LUHAN, Marshall. Guerra y paz en la aldea global. Origen/Planeta. México, 1986.
[5] HABERMAS, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Taurus. Madrid, Primera reimpresión de la primera edición, 1988.
[6] Aplicamos aquí el neologismo “humán” introducido en la década de 1980 por el filósofo español Jesús Mosterín en su Historia de la Filosofía. Alianza Editorial, Madrid.
[7] MC LUHAN, Marshall. La Galaxia de Gutenberg. Origen/Planeta. México, 1985.
[8] ONG, Walter J. Oralidad y escritura: Tecnologías de la palabra. Fondo de Cultura Económica. México, 1987.
[9] JAYNES, Julian. El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral. Fondo de Cultura Económica. México, 1987.
[10] Goody, Jack. La lógica de la escritura y la organización de la sociedad. Alianza Universidad. Madrid, 1990.
[11] Goody explica, en la obra citada supra, aspectos organizacionales vinculados a esferas como la religiosa, la estadual, la administrativa y la jurídica.
[12] Para Jaynes esta irrupción de la conciencia se pone de manifiesto fisiológicamente con el incremento de la comunicación ida y vuelta entre los dos hemisferios cerebrales a través del cuerpo calloso, que se constituye en la gran autopista de la comunicación interhemisférica del cerebro. La teoría de Jaynes es abordada incidentalmente por el escritor norteamericano John Updike en su obra Hacia el final del tiempo, Tusquets Editores, Barcelona, 1999.










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